viernes, julio 07, 2006

Sólo se vive una vez: Matilde

Sólo se vive una vez – dijo Matilde – Sólo una vez se es joven – Agregó, mientras miraba el comal ennegrecido, como mirando dentro de si misma y comprobando que aquello era verdad. De lo lejos llegaba el sonido de las olas azules estrellándose sobre las rocas, las moscas feroces invadían todo, era como si aquel rugido de vida que el mar llevaba consigo se estrellara de pronto con la realidad, con una realidad moribunda y maloliente, como el cadáver de alguien cuyo espíritu se niega a morir. Yo miraba a Matilde, la piel morena, las arrugas, los ojos opacos, sentí que aquella mujer sabía muchas cosas, cosas que veía desde el destartalado puesto de hojalata al lado de la carretera. De vez en cuando miraba a los chiquillos que jugaban –Soy dura con mis nietos – y de nuevo volvía a su trabajo rutinario de aplastar bolitas de masa con las manos y colocarlos en el comal. Yo te miraba, de reojo apenas, pensaba en lo que había dicho Matilde, sólo se vive una vez, sólo una vez se es joven, y me alegraba de que estuviéramos allí. Viviendo un tiempo prestado a nuestros respectivos mundos, amándote como lo he hecho durante estos años. Sólo se vive una vez. ¿Recuerdas que nos pregunto si estábamos casados? Y ambos nos sonrojamos, y luego Matilde se puso seria, pero aún así no dijo nada, no tenía porqué hacerlo, aunque supongo que hacía dentro de si nos juzgo, pero de nuevo de entretuvo con las bolitas de masa. Mirando hacía un lado y otro de la carretera.

Nos despedimos de Matilde y cruzamos la carretera, ese pequeño gesto fue lo que empezó todo, ¿recuerdas que te dije que quería escribir un libro? Al estar con Matilde era como estar en medio del mundo, quiero decir del mar y de nuestra vida cotidiana. De pronto me imagine estar dando la espalda no solo a ese destartalado puesto de hojalata, con sus cientos de moscas revoloteando, sino al pasado, como si mirar de frente al mar, me liberara de todo lo demás y te tuviera de mi brazo, mirando las cosas nuevas y llenas de vida que la brisa del mar traen consigo. No sé si tu sentías lo mismo. Pero allí era donde quería estar, caminando de frente, con la vida, como el reflejo azul del mar visto desde lejos por la mirada inquieta y transparente de Matilde.

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